Techo de cristal se refiere a una superficie invisible en la carrera laboral de las mujeres, que les impide seguir avanzando porque es difícil de traspasar. En este “techo” imperceptible no existen códigos explícitos, normatividad ni leyes en la mayoría de las economías, que impongan restricciones o limitaciones. Esta circunstancia lo hace difícil de detectar, pero no podemos negar su existencia. Afortunadamente, en el campo de la ciencia y de las artes, el yugo de los varones ha sido más moderado al pasar del tiempo, pero en los planos político y laboral, el innombrable Techo de Cristal sigue causando estragos.
Sin embargo, investigaciones de Sally Helgesen indican que, a diferencia de muchos varones, las mujeres trabajan a un ritmo constante asociado a lo previamente planeado, aunque no consideran como interrupciones los eventos no proyectados y los abordan asertivamente; se involucran a un nivel más personal y responsable para apoyar y ayudar a otros; se organizan para dedicar el tiempo requerido al trabajo y lo disocian de sus actividades familiares; prefieren la interacción cara-a-cara pero utilizan los recursos electrónicos con eficiencia; mantienen una compleja red de relaciones interna y externa a sus organizaciones sin sacrificar ninguno de sus espacios de interés. Estos hallazgos, entre otros, denotan una peculiar pero exitosa forma de dirigir. No obstante, datos de las empresas regiomontanas indican que las mujeres representan tan solo un 35% en el personal empleado y menos de un 15% en puestos de nivel ejecutivo.
Hoy día ya reconocemos, con una admiración velada y silenciosa, el imperativo de la reivindicación de la mujer en la sociedad en general y el mundo laboral en particular, pero a un paso lastimosamente lento: Teresa de Avila escribe páginas imperecederas sobre la equidad y dignidad de la mujer, denunciando su injusto sometimiento y relegación en el mundo patriarcal y androcéntrico del Siglo XVI. Cien años después, Juana Inés de Asbaje se revela contra el antifeminista maltrato eclesiástico Virreinal y, en 1792, Olimpia de Gouges es guillotinada por haber escrito la “Declaración de los derechos de la mujer y la ciudadana”. Tuvo que pasar casi un siglo más para que Sarah Margareth Fuller publicara su reclamo en pro de la mujer con su obra “Woman in the Nineteenth Century”.
¿Qué hemos dejado de ganar durante siglos de marginación de la mujer? En el terreno de los negocios, Ernst & Young encontró que, en el caso de las 290 más importantes empresas que cotizan en Bolsa, los resultados de aquellas con al menos una mujer en el consejo de administración eran significativamente superiores a los de las organizaciones que no tenían ningún miembro femenino. McKinsey calculó que el efecto económico de las mujeres que entraron en la fuerza laboral en los Estados Unidos en los últimos cuarenta años representa una mejora en resultados de un 25%. Golman Sachs calcula que si se elimina la brecha de género en Japón podría impactar su PIB en un 16%.
Durante la segunda parte de los años 1600´s, Sor Juana Inés de la Cruz inició una contienda para romper un Techo de Cristal buscando acceder a la educación y al conocimiento. Esa batalla ha sido ganada, más todavía hay acceso restringido en cuanto su desarrollo profesional y la equidad correspondiente dentro de las instituciones, debido a prácticas, paradigmas y temores infundados en la gestión del talento en ese ámbito.
El autor, José Antonio Cárdenas Marroquín, Director de Consultoría, Investigación y Aprendizaje Permanente de la UDEM y Socio Director de Autodirección y Aprendizaje, SC. y Consejero de ERIAC Capital Humano; Maestro en Administración de Tecnología por el MIT, Maestro en Recursos Humanos por la Universidad de Utah y Doctor en Innovación Educativa por el ITESM. editorial@eriac.com.mx