La meritocracia en las empresas, esto es el sistema basado en talento, esfuerzo y dedicación para lograr la movilidad organizacional, es considerado el sistema idóneo de reconocimiento laboral que justifica que cada quién tenga el puesto y salario que merece. Todo depende del mérito de cada persona. En principio, la meritocracia ha sido la mejor forma de asegurar que las organizaciones puedan contar con el talento correcto, promover la competitividad interna y asegurar un equitativo sistema de reconocimiento y recompensa.
En Nuevo León, el crecimiento organizacional se ha sustentado en la capacidad de innovar y de emprender, apalancándose en tecnología, talento y el mérito. Esa ha sido la apuesta, hasta ahora exitosa, de empresas y universidades regiomontanas; las preguntas que ahora muchos líderes se están haciendo son ¿Nos hemos equivocado con la meritocracia?, ¿Es moral y éticamente satisfactoria?.
Veamos, la meritocracia en si no es mala, permite a las personas, a través de su esfuerzo constante y diligente, tener movilidad económica y social; sin embargo aún queda pendiente una asignatura que se está convirtiendo en una gran preocupación, ¿cómo materializar la meritocracia desde un verdadero ambiente de equidad donde todos puedan florecer? De inicio, lo que se buscó con el enfoque en el mérito fue conseguir el bien común de los miembros de una organización, con sentimientos de solidaridad e igualdad de oportunidades, pero al final parece que se ha enfocado más en los logros y éxitos personales y económicos de las personas.
La meritocracia parte, sí, del talento y esfuerzo, pero detrás presupone igualdad de oportunidades para todos. Es aquí donde se encuentra un gran sesgo: no todos tienen igualdad de oportunidades; e inconscientemente se ha creado "la tiranía del mérito" (Sandel, 2020) y perdido el sentido del bien común; creando en los empleados que triunfan gracias al mérito sentimientos de soberbia; y de ira y frustración en los perdedores.
Uno de los retos de la Organización Internacional del Trabajo para el futuro del trabajo es asegurar a los trabajadores una movilidad y participación justa en el progreso económico. Un modelo basado en la meritocracia, con la profunda desigualdad e inequidad social que existe en el país, no será, ni por asomo, suficiente.
Nuevo León, empresas y universidades, siempre han tenido una vocación laboral marcadamente humanista; entonces, ¿cómo podemos lograr esta movilidad y participación más allá de los sesgos y sombras de la meritocracia? en primer instancia debemos promover la humildad y gratitud de estudiantes y empleados; en segundo, entender dónde empieza el mérito personal (el famoso "échale ganas") y dónde el colectivo (familia, educación, amigos); y finalmente, y quizá el más importante, que la meritocracia "despiadada" socava el bien común y la real posibilidad de que cualquier persona florezca en cualquier ambiente.
No se trata de rechazar el mérito y el conocimiento, se trata de ser consientes que "echarle ganas" en las empresa, no siempre es suficiente; para la mayoría de las personas su origen (académico, social, económico) define su destino. Luego entonces, ¿cómo comenzar a desarrollar personas en empresas y universidades? Para que a partir de ahí puedan florecer, basado en sus méritos, en verdaderos ambientes de equidad. Lo cierto es que hoy no los tenemos y aún se tiene mucho por hacer.
El autor es Vicepresidente de Recursos Humanos para LatAm de CHRISTUS Health, socio de ERIAC Capital Humano; y fundador de Human Leader MX.